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Luca Prodan

Actualizado: 26 jul

Casi un desconocido en Italia, Luca Prodan es un ícono de la cultura argentina. Nacido en Roma, criado entre Londres y Escocia, llegó a la Argentina en 1980, donde fundó la banda Sumo, revolucionó la escena musical del país y murió a los 34 años, el 22 de diciembre de 1987.

Tres de los cuatro discos publicados por Sumo están en el ranking de los 100 álbumes argentinos más importantes de todos los tiempos, según Rolling Stone.

A casi 40 años de su muerte, Sumo sigue sonando fuerte: cada mes, unas 700.000 personas los escuchan en Spotify, con más de 340 millones de reproducciones acumuladas.

En 2006, el gobierno argentino lo homenajeó con una estampilla. Dos producciones dedicadas al mito de Luca Prodan están por salir: Time, Fate, Love, una película escrita por el argentino Armando Bo y protagonizada por Peter Lanzani, y el documental LP, del director italiano Luca Lancise.

Rebelde, poeta maldito, outsider radical: el recuerdo de Luca sigue vivo en sus canciones y en las paredes de las ciudades argentinas.

Hoy, 17 de mayo de 2025, habría cumplido 72 años.


LUCA PRODAN - L'IDIOT

Qué buscabas, Luca?

A Luca: luz, sonido y poesía del rock y de todos los outsider.

Lo conocí a Luca que se había muerto hacía 20 años.

Anteriormente nos habíamos cruzado de pasada: sabía vagamente que había sido el frontman de Sumo, una banda de rock argentino de los ochenta. Había escuchado unos cuantos temas así nomás, para tener algunos códigos que me ayudaran a pertenecer a Buenos Aires además de simplemente vivir ahí.


Un día por mi trabajo conocí a Roberto Pettinato que de Sumo había sido miembro y saxofonista.

Nos vimos cuatro o cinco veces siempre en el bar de una estación de servicio cerca de su casa.

Pettinato excéntrico, caprichoso, egocéntrico, siempre pasado de rosca, muy metido en su papel de famoso. Fuera de la norma y sin embargo malditamente integrado. Divertido y, a la vez, repelente. Exagerado, vanidoso, llamativo, ruidoso.

En cada encuentro, él, Roberto, el ególatra, mencionaba a Luca. Fuera de contexto, sin motivo aparente.

Me hablaba de él como si fuera un conocido común, dando por hecho que yo sabía todo, cuando en realidad yo no sabía absolutamente nada.

Alusiones fugaces, guiños, referencias a un ausente esperado en cualquier momento para un café americano servido en un vaso de cartón.


Y no era tanto lo que decía lo que me llamaba la atención, sino el cómo lo hacía: por un instante salía del personaje, bajaba el tono de voz, dejaba de hablarle a su público, abandonaba la pose de video star, suavizaba el gesto, se ponía melancólico, se perdía con la mirada.

Un movimiento fugaz, un breve paréntesis, seguidos de un apresurado regresar al show.


Así fue que, gracias a Roberto Pettinato, me intrigó la figura de Luca y empecé a buscarlo.

Volví a escuchar los temas de Sumo y la voz de Luca y descubrí que era italiano.

Mira vos, me dije, un italiano líder de una banda de rock argentino.

Después lo encontré en las paredes descascaradas del Abasto, de San Telmo, del microcentro: Luca Vive, Luca not dead y arriba su cara redonda, la pelada, los anteojos perennemente en la frente.

Un tipo así.

Un tipo raro.

Un tipo interesante, este Luca.

Busqué datos sobre su vida inquieta, consumida en apenas 34 años vividos en la mayoría huyendo y esto es lo que aprendí sobre él.

La primera vida de Luca Prodan empieza la noche del 16 de mayo de 1953, en el Teatro de la Ópera de Roma, cuando —en medio de una variación de Čajkovskij— a su madre, Cecilia Pollock, se le rompen las aguas. Cecilia deja la platea y la llevan de urgencia a una clínica en el barrio de Monteverde Viejo, donde, al día siguiente, nace Luca.

¿Cómo fue tu primer llanto, Luca?

¿Seco, rabioso, como un golpe de tambor?

¿Ya lo sabías, Luca, lo que ibas a ser?

¿Ya sentías que no pertenecías a ese lugar ni a ese tiempo?


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Tercero de cuatro hermanos, Luca se cría en Roma, en una familia internacional, acomodada, sofisticada y multicultural.

El padre, un italiano de raíces centroeuropeas, y la madre, una escocesa, le transmiten elegancia, rigor y cierta distancia.

A los nueve años deja el Institut Français. ¿Demasiado precoz? ¿Demasiado inquieto?

La segunda vida comienza en Elgin, Escocia, en 1962, en la Gordonstoun School donde sus padres lo despachan para que reciba una educación exclusiva. Allí Luca aprende la soledad y conoce – además de Carlos de Inglaterra – a Timmy McKern quien, años más tarde, se lo llevará a salvo a la Argentina.

El colegio funciona según un código férreo: despertarse al amanecer, duchas heladas, disciplina militar, marchas en el barro.

¿Así se forma a un hombre? O se rompe a un pibe?

La relación epistolar con la familia es rara, formal; el afecto es un concepto abstracto. Luca empieza a sentir che el “afuera” no es un lugar, sino una dirección. Y se escapa.

En 1970 deja Escocia y desaparece durante meses: vende un arma para financiarse un viaje en solitario por de Europa. Lo busca la Interpol. Reaparece en Roma. Termina preso.

Se enamora de Virna Lisi, hace una aparición en el Roma de Fellini, inicia el servicio militar. Luego, se escapa de nuevo.


Su tercera vida, Luca la vive en Londres, adonde llega a mediados de los 70, todavía con el uniforme puesto.

Trabaja en una disquería de Virgin en Marble Arch.

Escucha música. Vende música. Afana música: un disco por cada diez que vende — esa es su ética.

Lo echan. Lo vuelven a tomar. Lo rajan otra vez.

Descubre que la música no es solo algo que se escucha: es urgencia.

Funda los New Clear Heads, escribe canciones, toca. Respira punk, reggae, post-punk. Ama a Jim Morrison, Leonard Cohen, Lou Reed, Lucio Battisti. Colleciona vinilos, voces, sonidos, penas.

Consume heroína. Le dice brown sugar, la ama, la canta. Se mueve entre la mugre, la poesía, la rabia y el silencio.

En 1979, su hermana Claudia se suicida y Luca se quiebra. Intenta autodestruirse.

Una sobredosis casi lo mata. Casi.

Pero él no nació para morir anónimo.

Todavía tiene que convertirse en mito.

Es tiempo de fugarse otra vez.



En marzo del 1980, Luca llega a la Argentina para arrancar con su cuarta vida. La tierra prometida, el amparo, un país donde la heroína todavía no llegó.

Se instala en Hurlingham, en las afueras verdes y polvorientas de Buenos Aires, como huésped de su amigo Timmy McKern.

Hay una pileta vacía, una guitarra, unos discos. El cuerpo está hecho trizas pero la cabeza está lúcida. Demasiado lúcida.

Luca anda por la ciudad, observa, escucha, se zambulle, se empapa de Buenos Aires. Conoce gente: músicos, adolescentes, futuros compañeros de ruta.

La Argentina está en apnea, bajo la capa espesa de la junta militar. La noche se canta bajito. Se toma mucho. Se ríe fuerte. Se busca una salida.

Sumo arranca así: en una casa, con un cassette y una voz.

Luca no busca la fama. Busca un sonido, una urgencia. La encuentra, y la grita.

Voz ronca, sonido sucio, inglés borracho, grito post-punk y alma rasta. Reggae, funk, ironía, poesía, desprecio.

Nadie canta como él. Nadie se le parece.

Sumo es una bocanada de aire fresco en el panorama rancio y asfixiado del rock argentino. No, es más: una bomba, una revolución, una carcajada en la cara del poder.

Los milicos miran. Reprimen. Detienen hasta al público. Pero no logran frenar la corriente.

A Luca todo le chupa un huevo y vive entre Hurlingham y Buenos Aires. Toca, compone, toma, fuma, desaparece y vuelve a aparacer.

No se olvida de su amor platónico por Virna Lisi – ageless beauty with a sense of duty – y le dice “te amo” dedicándole TV Caliente, una pieza surreal, irónica, alucinada.

LUCA PRODAN - L'IDIOT

Entre 1983 y 1987 Sumo saca cuatro discos. Tres de ellos terminan en la lista de los 100 discos argentino más importantes de todos los tiempos.

Luca parece no darse cuenta. O simplemente no le importa. Sonríe y se escapa por última vez.

¿De qué huías exactamente Luca?

¿De tu destino de hijo privilegiado de una familia culta, acomodada, cosmopolita y un poco snob?

¿Del colegio escocés, rígido y exclusivo, donde te educaron?

¿De la policía italiana que te perseguía por no hacer el servicio militar?

¿De vos mismo, de tus fantasmas, de un dolor demasiado grande como para encontrar consuelo?

¿Qué buscabas en Roma, en Londres, en Córdoba, en Hurlingham, en Buenos Aires?

¿Qué carajo de universo rabioso, inmenso, tierno escondías detrás de tu aspecto desalineado, esos modales agresivos y filosos, esa botella de ginebra a la que siempre estabas aferrado como si fuera tu mantita de Linus?


Luca, fuera de todo molde: nacido en Roma, criado en Escocia, santificado en la Argentina. Luca, que en plena guerra de las Malvinas le importa un carajo y canta en inglés. Luca que en sus letras se burla de los chetos, ensalza la revuelta autodestructiva y cita a Rubén Darío.

Luca y el dolor infinito por el suicidio de su hermana Claudia.

Luca que canta Heroin, su único gran amor al que ningún amor de mujer podrá igualar.

Luca, tano cabrón, que escribe Mañana en el Abasto, la canción más porteña de la historia del rock argentino.

Conmovedor, devastador, poético himno urbano.


Luca famoso e idolatrado, que no tenía nada.

Con la ropa prestada y el hígado destruido por la ginebra, Luca muere y se vuelve leyenda al amanecer del 22 de diciembre de 1987, en la calle Alsina 451.


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