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La sombra de Rothbard detrás de Milei

Actualizado: 26 jul

Milei / Rothbard

Anatomía de un anarcocapitalismo reaccionario

La sombra de Rothbard detrás de Milei


El presidente argentino Javier Milei repite a menudo que, en 2013, quedó deslumbrado tras leer Monopolio y competencia, un “artículo” —así lo llama él— del filósofo libertario Murray Rothbard, que lo habría convertido a la Escuela Austriaca y transformado —de economista mainstream— en paladín del anarco-capitalismo.


Como dice el célebre inicio de Orhan Pamuk: “Un día leí un libro y toda mi vida cambió”.


Un mito fundacional:

Milei, Rothbard y la construcción del ícono


Ahora bien, dejando de lado que Monopolio y competencia no es un artículo, sino el décimo capítulo del libro Man, Economy, and State, publicado por Rothbard en 1962, la afirmación de Milei es en parte un intento deliberado por construir y alimentar su propio mito —algo comprensible, por otra parte, dada la personalidad patológicamente egocéntrica y narcisista del personaje— y en parte refleja una verdad, aunque con matices importantes.

En medio de una sopa indigesta de citas y referencias teóricas, los medios tienden a asociar el pensamiento de Milei con Hayek y Mises, exponentes de la Escuela Austriaca y defensores del Estado mínimo o, si fuera posible, de su completa desaparición.


Este malentendido se ve reforzado por el propio presidente, quien proclama con orgullo: “soy el primero en seguir las ideas de Hayek”, y que en sus intervenciones públicas suele invocar Camino de servidumbre, el texto más conocido de Hayek, publicado en 1944.


Pero todo indica que Milei menciona a estos dos gurúes austríacos no sólo porque los admira, sino - sobre todo- por una cuestión de “respetabilidad”. Hayek y Mises son su carta de presentación liberal: referencias clásicas que lo legitiman ante los sectores conservadores más tradicionales, figuras respetadas y mucho menos polémicas - y menos inquietantes - que su verdadero maestro: Murray Rothbard.


Un Rothbard que, en sus últimos años, rompió con el libertarismo clásico (al que acusaba de derivar hacia el progresismo liberal), abrazó el paleolibertarismo, se alineó con la derecha radical, nacionalista y conservadora, e impulsó el uso de un lenguaje populista, violento y reaccionario.


Muchas de las frases explosivas de Milei - las que indignan, generan titulares y lo convierten en fenómeno mediático - no son propias. Son más bien copias burdas, simplificadas y escupidas a gritos de ideas que Rothbard ya había formulado décadas atrás. Un pensador que, nos guste o no, tenía rigor académico y una arquitectura teórica sólida.


Tres conceptos clave:

Estado, justicia social e impuestos


¿Verificamos?

Empecemos por el ABC: el Estado, la justicia social y los impuestos.


EL ESTADO

Dice Rothbard:

El Estado no es más que una banda de ladrones que ha tenido éxito. (The Ethics of Liberty, 1982, cap. 22)

A diferencia de los ladrones comunes, el Estado no admite competencia. […] La mafia tiene competencia. El Estado, no. (For a New Liberty, 1973, cap. 3)


Repite Milei:

Mi desprecio por el Estado es infinito. (The Economist, 2024)

El Estado es una organización criminal (Discurso ante el Madrid Economic Forum, 2025)

Si yo tuvuera que elegir entre el Estado y la mafia, me quedo con la mafia. Porqué la mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente. Y, sobre todas las cosas, la mafia compite. (TVN, 2023)


LA JUSTICIA SOCIAL

Escribe Rothbard:

La llamada ‘justicia social’ no es más que la confiscación coercitiva de la propiedad privada de algunos para beneficiar a otros. (The Ethics of Liberty, cap. 29)

La verdadera caridad nace del corazón del individuo, no de una pistola en la sien en nombre de la redistribución. (For a New Liberty, cap. 9)


Comenta Milei:

La justicia social es una aberración, desde el punto de vista moral y, naturalmente, como era de esperar, va a generar malos resultados. (Discurso ante el BID, 2025)

La caridad no es a punta de pistola. La caridad tiene que surgir naturalmente, no por la violencia. (Discurso ante el BID, 2025)


LOS IMPUESTOS

Sostiene Rothbard:

Los impuestos son simplemente un robo. (For a New Liberty, cap. 3)

La imposición castiga el éxito y el ahorro, y premia la dependencia y la pereza. (Power and Market, 1970, cap. 6)

Lo que estamos diciendo es que estas acciones [desobediencia civil, no pagar impuestos, mentir al Estado o robarle] son justas y moralmente legítimas. (The Ethics of Liberty, Ch. 28)

 

Hace eco Milei:

Los impuestos son un robo. (Quarta Repubblica, 2024)

El que pudo escapar [y no pagar impuestos] genial y no lo tengo que castigar porque pudo huir del ladrón (A24, 2025)


Milei / Rothbard

Libertad negativa y mercado absoluto

El panorama ya es claro. Milei persigue a Rothbard y nos lo resirve casi al pie de la letra. Ambos ofrecen una imagen del Estado como entidad depredadora y moralmente corrupta, fundada en la coerción fiscal y la expropiación de la propiedad privada.


La justicia social se convierte, a sus ojos, en una mistificación violenta: el disfraz ideológico de redistribuciones forzadas que castigan el mérito y premian el asistencialismo. El fisco se retrata como un instrumento ilegítimo de opresión, y la evasión fiscal no se condena como delito, sino que se exalta como un acto de resistencia heroica.


Podríamos seguir eternamente, repasando punto por punto toda la agenda de Milei, para encontrarla —sin excepción— ya escrita, blanco sobre negro, en los textos de Rothbard.


Educación, salud, justicia, fuerzas armadas, servicios públicos: todo debe entregarse a las lógicas del libre mercado. Cada función en manos de actores privados que firman contratos con individuos-consumidores: ofrecen servicios, cobran honorarios. Las leyes, reemplazadas por contratos. Y para quienes los infringen, justicia privatizada y venganza retributiva: una “justicia” sin lugar para la prevención y mucho menos para la rehabilitación.El culpable debe pagar, de inmediato, y de forma proporcional al daño causado. Pero la proporción, en la mirada anarco-capitalista, es puramente económica: si robás, devolvés y resarcís; si matás, podrían matarte o podrías zafar pagando, si así lo decide la familia de la víctima; si violás, indemnizás la “valía de mercado” de una sexualidad violada… o terminás castrado.

Libertad, mercado, iniciativa individual… y otra vez libertad.


Escuchamos a Milei expresarse a favor de la compraventa de órganos humanos, declarando que se trata de “un mercado como cualquier otro” y que “la regulación estatal es el verdadero problema”. A casi todos nos pareció una aberración obscena, pero si lo pensamos bien, no es más que una forma de llevar hasta sus últimas consecuencias la idea de libertad individual. Una forma de coherencia teórica radical, rigurosa hasta el último riñón.

Si el cuerpo es propiedad del individuo, entonces nada impide —según esta lógica— su enajenación voluntaria, total o parcial. Y poco importa si el que vende un riñón es un desesperado, un hambriento, un endeudado hasta el cuello: mientras la elección sea “libre”, será legítima. ¿No hay coerción? Entonces no hay problema.


Este es el corazón del pensamiento anarco-capitalista: libertad negativa absoluta, sin lugar para límites morales, protecciones colectivas ni escrúpulos éticos.


Ya lo escribía Rothbard en The Ethics of Liberty: “todo hombre tiene un derecho absoluto al control y la propiedad de su propio cuerpo […]. También tiene derecho a ceder esa propiedad tangible […] y a intercambiarla por una propiedad adquirida de forma análoga por otros”.


Un principio extensible a todo: trabajo infantil, drogas, armas, pornografía extrema, salud, educación.Ninguna intervención estatal, ninguna protección, ningún freno. Solo oferta, demanda y acuerdo entre privados. Si alguien no está de acuerdo, es libre de no participar. Punto.

¡Viva la libertad, carajo! —como diría Milei. Pero, sobre todo, ¡viva la libertad negativa!, que significa libertad de prohibiciones, imposiciones e interferencias.


Un concepto para nada nuevo en la tradición liberal, que va de Locke a Nozick, pasando por Berlin, Hayek y Mises.


Un concepto que presupone: ¿Querés drogarte? ¿Querés tomar hasta reventar? ¿Querés vivir siendo una pornstar? ¿Manejar con las luces apagadas en plena noche? ¿No ponerte el cinturón ni el casco? ¿Comer ratas crudas, ser un supremacista blanco, armarte hasta los dientes en tu casa, rechazar una vacuna, gritar “negro de mierda”, echar a alguien por puto o pagarle la mitad a una mujer?


Adelante. Nadie puede impedírtelo, mientras sea tu libre elección.

Si la libertad existe solo en su acepción negativa, entonces cualquier acción positiva – sea estatal o privada – destinada a corregir desequilibrios o proteger a los más vulnerables se convierte en un abuso, una interferencia intolerable. Toda política activa se transforma en atropello.

Rothbard lo explica sin rodeos: los derechos de grupo no existen; solo existen los derechos individuales. Y agrega: el derecho a discriminar es, en esencia, el derecho a elegir. Y es precisamente ese el fundamento del libre intercambio (For a New Liberty).


La tolerancia y la inclusión, en esta lógica, no se imponen: incluso la intolerancia, si es elegida libremente, se convierte en una forma legítima de libertad.


Milei lo sabe, lo comparte y actúa en consecuencia. Con palabras y hechos concretos, está demoliendo toda política redistributiva o de protección, enarbolando la bandera de la lucha contra la ideología woke. Ha eliminado el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, poniendo incluso en venta su sede; está desmantelando los servicios contra la violencia de género, con recortes drásticos y el cierre de centros enteros; ha propuesto eliminar el delito de femicidio en nombre de la “igualdad”; ha declarado una guerra cultural contra los movimientos LGBTQ+, prohibiendo por ejemplo el uso del lenguaje inclusivo en documentos oficiales; ha reducido en alrededor del 40% las pensiones por discapacidad, poniendo en riesgo el sustento de unas 200.000 personas beneficiarias.


Ataca sin tregua en los medios y utiliza cínicamente el pretexto de la lucha contra el despilfarro y el poder excesivo del pensamiento woke para arrasar con cualquier forma de compasión institucional.



Milei / Rothbard

Populismo libertario y agenda reaccionaria: el último Rothbard, el verdadero Milei

Pero incluso suponiendo que la libertad y el mercado lo justifiquen todo —o casi todo—, ¿cómo se concilia ese absolutismo libertario con la represión, las prohibiciones, el moralismo, la guerra al disenso? ¿Cómo se puede, con la misma coherencia teórica, defender la compraventa de órganos humanos y al mismo tiempo querer prohibir el aborto?


La aparente contradicción la aclara una vez más Rothbard. Pero no el Rothbard teórico de la acción individual y del libre mercado absoluto, sino el último Rothbard, el que abandona parte de sus principios originarios para abrazar el oscurantismo de la derecha radical. En 1992 publica Right-Wing Populism: A Strategy for the Paleo Movement, un verdadero manifiesto a favor de la alianza entre libertarios extremos y populistas reaccionarios.


El mensaje es claro: podés hacer lo que quieras, mientras no agredas a otra persona ni a su propiedad. Pero eso no implica que cualquier elección sea moralmente aceptable. En una sociedad sin Estado, serán las comunidades privadas - fundadas sobre valores compartidos - las que decidan qué es admisible y qué no. Quien se aparte será excluido, expulsado, marginado. La cohesión moral será el único cemento posible en un sistema sin autoridad pública. Y la diversidad, si no se alinea, se vuelve una amenaza que hay que eliminar.


Por eso - sostiene Rothbard - hace falta una fusión entre libertarios radicales y populistas de derecha: es la única alianza capaz de derribar a las élites estatistas y tecnocráticas. El enfoque gradualista de Hayek - educar a la élite - no sirve: es demasiado lento, demasiado ingenuo. A las élites hay que atacarlas de frente, con el respaldo de las masas. Fuera los medios, fuera los intelectuales a sueldo, fuera las castas burocráticas. Adelante con el pueblo.

Así toma forma el programa en ocho puntos que Rothbard esboza y que Milei hace suyo, dándole voz —con tonos nuevos e incendiarios— a una agenda que seduce los apetitos de todas las nuevas derechas de Occidente.


  • ¿Impuestos? Chau al impuesto a las ganancias, chau al IVA, chau a los impuestos sobre la propiedad y los negocios.

  • Chau Estado de bienestar. Si no se puede abolir, se lo desmantela pedazo a pedazo.

  • Basta de privilegios raciales y de grupo. Afuera las cuotas y las políticas activas: violan los derechos de propiedad y se basan en una cultura de los derechos civiles que se fue completamente de mambo.

  • ¡Recuperemos las calles! (1) Tolerancia cero con los criminales. Los verdaderos: ladrones, violadores, asesinos. No los de guante blanco. Que la policía actúe con libertad. Si se equivoca, que pague, pero que actúe.

  • ¡Recuperemos las calles! (2) Fuera vagos y cirujas. Otra vez, la policía al frente: desalojos, limpieza, orden. ¿Dónde van a parar? ¿A quién le importa? Con un poco de suerte desaparecen o pasan de parásitos a laburantes.

  • Fin de los Bancos Centrales. ¡Imprimen plata para cagarte! Basta de inflación legalizada. Son un cartel criminal que destruye el ahorro de la clase media y enriquece a banqueros mafiosos.

  • ¡Primero la Nación! Basta de ayuda internacional y programas de cooperación, basta de globalismo. Que cada uno se arregle con sus quilombos.

  • Familia, comunidad, orden. Fuera el Estado de nuestras casas. Chau escuela pública: educación privada, gestionada a nivel local, sin control estatal.


Se escribe Rothbard, pero se lee Milei. ¿Estamos todos de acuerdo?Ahora solo queda ver si la pesadilla anarco-capitalista tomará forma definitiva. Y, si eso sucede, cuántos daños —y cuán irreversibles— dejará en la sociedad argentina.

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