EL MIEDO COMO ARQUITECTO DEL PODER EN EUROPA
- Andres Acosta
- 5 giorni fa
- Tempo di lettura: 8 min
Aggiornamento: 4 giorni fa
L’articolo è presentato in lingua spagnola nella versione originale dell’autore,
a fine articolo troverete la versione tradotta in italiano.
El miedo nunca es un fin en sí mismo, sino un instrumento de dominio. No basta con administrar la política; es preciso gobernar la percepción, modelar la realidad de las masas y dictar qué se debe aceptar como verdad y qué debe ser relegado a la herejía. Quien controla el miedo, controla la narrativa, y quien controla la narrativa no precisa recurrir a la fuerza para obtener obediencia. Europa, que alguna vez se proclamó cuna de la civilización, hoy se rige por un pánico instaurado. Nos instan a prepararnos para guerras que no hemos buscado, a sacrificar nuestras libertades por crisis climáticas impuestas desde fuera y a endeudarnos para sostener una maquinaria burocrática que despoja a las naciones de su soberanía. No se nos invita a pensar; se nos ordena obedecer.

La Dialéctica de la Sumisión
Cada época tiene su discurso para legitimar el poder. En tiempos antiguos se invocaba la voluntad divina; hoy, la urgencia de la crisis se convierte en justificación. Se impone una dialéctica de sometimiento:
Se crea un problema: crisis económicas, pandemias, conflictos.
Se designa un enemigo: el ciudadano irresponsable, el disidente, la nación rival.
Se ofrece una solución incuestionable: control financiero, vigilancia total, rearme sin estrategia real.
La solución nunca disuelve el problema, sino que refuerza la estructura que lo originó. La deuda crece, la seguridad se desvanece y la calidad de vida se deteriora, mientras se demanda más sacrificio. Europa ya no se gobierna desde sus capitales, sino desde centros de poder que manejan la política como un juego tecnocrático, ajeno a la voluntad popular. Los gobiernos han dejado de priorizar el interés nacional para administrar órdenes provenientes de niveles superiores. No es coincidencia que cada gran crisis— desde la recesión de 2008, pasando por la pandemia, hasta la integración militar en la era post-Ucrania—acaben profundizando la dependencia.
La Guerra Como Motor de la Servidumbre
El rearme de Europa no es fruto de una auténtica estrategia defensiva, sino la consecuencia de alinearse con lógicas impuestas desde fuera. Se habla de soberanía, pero en realidad se consolidan estructuras donde las decisiones se toman lejos de la voluntad ciudadana. Se nos vende la idea de que la seguridad solo se alcanza mediante una sumisión absoluta, cuando la verdadera protección nace de la autodeterminación. La pregunta esencial es: ¿qué significa la seguridad en un mundo que percibe al ciudadano como la mayor amenaza interna? Se nos ha condicionado a creer que la crisis perpetua es la norma, que la paz es simplemente una pausa entre sacrificios y que la libertad se reduce a elegir entre opciones prediseñadas. Europa no combate únicamente en el campo militar; está en guerra contra su propio espíritu, contra su identidad. La grandeza de una civilización no se mide por su capacidad de acatar órdenes externas, sino por su determinación para forjar su propio destino. Hoy, esa voluntad ha sido sistemáticamente cedida.

Romper la Ilusión: Europa Ante Su Destino
Nada de esto es inevitable. La historia no es un río inmutable ni un tren sin frenos que nos arrastra hacia un destino preestablecido. Es, ante todo, lucha y confrontación, la manifestación de una voluntad que se enfrenta a límites impuestos. Toda estructura de dominación se sostiene mientras se acepte sin cuestionamiento, pero la conciencia puede fracturar lo aparentemente inquebrantable. Europa no está condenada a la sumisión. Lo que hoy se nos presenta como una realidad inalterable es, en esencia, un relato fabricado; una construcción destinada a paralizar el espíritu de una civilización que en otro tiempo creyó en su capacidad para esculpir su destino. El miedo no es la condición natural del hombre, sino el recurso del poder cuando ha agotado cualquier otra forma de legitimidad. Sin embargo, la conciencia puede despertar. La verdadera cuestión es: ¿seguirá Europa desempeñando el papel de mero engranaje en un sistema que no le pertenece, o tendrá el valor de reclamar su posición como sujeto de la historia?

De la Sumisión a la Voluntad de Poder
Las naciones que forjaron Europa no fueron erigidas por burócratas ni administradores de crisis, Europa no es solo un mapa en un despacho de Bruselas, sino las calles donde sus ciudadanos luchan por llegar a fin de mes. fueron moldeadas por pueblos que no esperaron instrucciones para conquistar lo que les correspondía. La libertad no es un regalo del poder, sino la expresión de la voluntad. Esa voluntad ha sido sofocada, reducida a un débil murmullo por quienes desean que el ciudadano solo tenga la ilusión de elegir entre opciones prediseñadas. El auténtico poder no reside en quienes manipulan el miedo, sino en quienes lo desafían. No pertenece a aquellos que exigen sacrificios en nombre de la crisis, sino a quienes se rehúsan a participar en el juego de la sumisión. El poder lo ostentan quienes, desde despachos distantes, aún se atreven a preguntar el porqué de todo esto. Europa no necesita más pactos de obediencia disfrazados de acuerdos de estabilidad ni directrices que condenen a sus ciudadanos a la precariedad en nombre de supuestas causas superiores. No requiere discursos en los que la seguridad se confunde con la sumisión. Lo que el continente precisa es recordar su verdadera identidad: un espíritu de desafío, de grandeza, de ambición y de identidad propia. Mientras persista aquella chispa de rebeldía, mientras exista al menos una voz que rechace aceptar la decadencia como destino, queda la esperanza. El futuro no está escrito; solo esperan aquellos que han renunciado a su derecho a construirlo. Europa no debe pedir permiso para existir ni esperar órdenes para defender lo que le pertenece. La voluntad es el único acto de redención posible. Es hora de despertar, de levantar la voz y de ejercer el poder de decidir el rumbo de nuestro destino. Basta de ser piezas en un tablero impuesto desde fuera. La libertad, el desafío y la autodeterminación deben volver a ser las armas con las que Europa se forje a sí misma en un mundo sin miedo ni sumisión.

LA PAURA COME ARCHITETTO DEL POTERE IN EUROPA
La paura non è mai un fine in sé, ma uno strumento di dominio.
Non basta gestire la politica: bisogna governare la percezione, plasmare la realtà delle masse, stabilire cosa debba essere accettato come verità e cosa relegato ad eresia.
Chi controlla la paura controlla la narrazione, e chi controlla la narrazione non ha bisogno della forza per ottenere obbedienza. L'Europa, un tempo proclamata culla della civiltà, è oggi governata dal panico indotto.
Ci si chiede di prepararci a guerre che non abbiamo cercato, di sacrificare le nostre libertà per crisi climatiche imposte dall'alto, di indebitarci per sostenere una macchina burocratica che espropria le nazioni della loro sovranità. Non ci viene chiesto di pensare: ci viene ordinato di obbedire.

La dialettica della sottomissione
Ogni epoca ha il suo mezzo per legittimare il potere.Un tempo si invocava la volontà divina; oggi si brandisce l’urgenza della crisi come giustificazione.Si impone una dialettica della sottomissione:
Si crea un problema: crisi economiche, pandemie, conflitti.
Si individua un nemico: il cittadino irresponsabile, il dissidente, la nazione rivale.
Si offre una soluzione indiscutibile: controllo finanziario, sorveglianza totale, riarmo privo di reale strategia.
La soluzione non dissolve mai il problema, anzi, rafforza le strutture che l'hanno generato. Il debito cresce, la sicurezza svanisce, la qualità della vita si deteriora, mentre si richiedono ulteriori sacrifici.
L'Europa non è più governata dalle sue capitali, ma da centri di potere che trattano la politica come un gioco tecnocratico, distante dalla volontà popolare.I governi non perseguono più gli interessi nazionali, si limitano ad amministrare ordini provenienti da livelli superiori.Non è un caso che ogni grande crisi, dalla recessione del 2008 alla pandemia, fino all'integrazione militare post-Ucraina, non abbia fatto altro che aumentare la dipendenza.
La guerra come motore della servitù
Il riarmo dell’Europa non nasce da una vera strategia difensiva, ma dall’allineamento a logiche imposte dall'esterno.Si invoca la sovranità, ma in realtà si consolidano strutture in cui le decisioni si prendono lontano dalla volontà dei popoli.Ci viene venduta l’idea che la sicurezza si possa ottenere solo con la sottomissione assoluta, mentre la vera protezione nasce dalla capacità di autodeterminarsi.
La domanda essenziale è: che cos'è davvero la sicurezza in un mondo che percepisce i propri cittadini come la più grande minaccia interna?Siamo stati educati a credere che la crisi perpetua sia la norma, che la pace sia soltanto una breve pausa tra un sacrificio e l'altro, che la libertà si riduca alla scelta tra opzioni preconfezionate.
L’Europa non combatte solo sui fronti militari: è in guerra con il proprio spirito, con la propria identità.La grandezza di una civiltà non si misura nella sua capacità di obbedire a ordini esterni, ma nella determinazione a forgiare il proprio destino.E oggi, quella volontà è stata sistematicamente abbandonata.

Spezzare l'illusione: l'Europa ad un bivio
Niente di tutto questo è inevitabile. La storia non è un fiume immutabile né un treno impazzito che ci trascina verso un destino prestabilito.La storia è, innanzitutto, lotta e confronto: l’espressione di una volontà che resiste ai limiti imposti.Ogni struttura di dominio sopravvive solo finché viene accettata senza domande, ma la coscienza può infrangere ciò che sembra indistruttibile.
L'Europa non è condannata alla sottomissione.Ciò che oggi viene presentato come una realtà immutabile è, in realtà, una costruzione artificiale: un racconto creato per paralizzare lo spirito di una civiltà che un tempo credeva nella propria capacità di determinare il proprio destino.La paura non è la condizione naturale dell’uomo: è lo strumento del potere quando ogni altra forma di legittimità si è esaurita.
Eppure, la coscienza può risvegliarsi.
La vera domanda è: continuerà l'Europa a interpretare il ruolo di ingranaggio all'interno di un sistema che non le appartiene, o troverà il coraggio di tornare ad essere soggetto della propria storia?

Dalla sottomissione alla volontà di potenza
Le nazioni che hanno costruito l'Europa non sono state create da burocrati o gestori di crisi.
L’Europa non è una mappa appesa negli uffici di Bruxelles: è nelle strade dove i cittadini lottano ogni giorno per sopravvivere. È stata forgiata da popoli che non aspettavano istruzioni per reclamare ciò che spettava loro di diritto.
La libertà non è un dono del potere: è espressione della volontà.
Quella volontà è stata soffocata, ridotta a un flebile sussurro da chi vuole che i cittadini si illudano di scegliere tra opzioni già decise. Il vero potere non sta in chi manipola la paura, ma in chi osa sfidarla.
Non appartiene a chi invoca sacrifici nel nome della crisi, ma a chi rifiuta di giocare il gioco della sottomissione.
Il potere è di chi, anche da luoghi remoti, trova ancora il coraggio di chiedersi: perché? L'Europa non ha bisogno di nuovi patti di obbedienza mascherati da accordi di stabilità, né di direttive che condannano i suoi cittadini alla precarietà in nome di presunte cause superiori. Non ha bisogno di discorsi dove sicurezza e sottomissione vengono confusi. Ciò di cui il continente ha bisogno è di ritrovare la sua vera identità: uno spirito di sfida, grandezza, ambizione e autodeterminazione. Finché sopravviverà anche solo una scintilla di ribellione, finché esisterà anche una sola voce che rifiuta di accettare il declino come destino, ci sarà speranza.
Il futuro non è scritto: solo chi ha già rinunciato al diritto di plasmarlo crede il contrario. L'Europa non deve chiedere il permesso di esistere, né attendere ordini per difendere ciò che le appartiene.
La volontà è l'unico vero atto di redenzione. È ora di svegliarsi, di alzare la voce, di esercitare il potere di determinare il nostro stesso destino.
Basta essere pedine su una scacchiera imposta da altri.
Libertà, sfida e autodeterminazione devono tornare ad essere le armi con cui l'Europa si forgia in un mondo senza paura né sottomissione.

LA PAURA COME ARCHITETTO DEL POTERE IN EUROPA
Comments